Conferencia "Santa Teresa en Toro", por Jesús Valdés Menéndez Valdés.
Conferencia en el Seminario Menor de Toro, agosto 1970
SANTA TERESA EN TORO
por Jesús Valdés Menéndez Valdés
Ilustrísimas autoridades y Comisión organizadora; señoras y señores, parientes o amigos; toresanos todos a quienes, aunque solo fuere por esa condición, debo y profeso tanto afecto:
Aunque es la primera vez que me dirijo a vosotros en público, creo que no necesito especial presentación: estamos en familia, y esto no va a ser mas que una charla familiar, como familiar es el tema que me ha hecho el honor de invitarme a desarrollar el Rvdo. D. Tomás Osorio, Rector del Seminario Menor.
Se trata de aportar los datos que sea posible sobre la estancia de Santa Teresa de Jesús en esta ciudad. Tema no ciertamente nuevo, y al que debo especial atención, porque gira alrededor de una antigua lápida existente, desde tiempo inmemorial, en la fachada de un edificio que heredé de mis mayores.
Si Santa Teresa de Jesús estuvo en Toro, se alojó en la hoy conocida por casa ─o palacio─ de Bustamante. Voy a exponer con toda la concisión posible los fundamentos de una tradición familiar y popular.
1. Es indiscutible que la casa perteneció a Guiomar de Ulloa, la más íntima amiga y principal colaboradora seglar de Teresa de Jesús en su empresa reformadora.
Le perteneció como uno de los bienes integrantes de un mayorazgo de que fue poseedora, fundado en 1513 por sus abuelos García Alonso de Ulloa y Guiomar de Sarabia en cabeza de su hijo Pedro, casado con Aldonza de Guzmán, pares de Guiomar de Ulloa. Todavía pueden verse, lo suficientemente claros, pese a la acción del tiempo y Ia humedad, en el techo policromado de un par de piezas de la casa, los blasones del apellido Ulloa, tan conocidos por abundantes en fachadas y templos de la ciudad.
La descripción que del inmueble se hace en la escritura fundacional del mayorazgo coincide sustancialmente con otra obrante en el inventario de los bienes que lo constituyen, donde se hace referencia a la compra por García Alonso de Ulloa ─probablemente el abuelo del fundador, ya que el padre se llamó Pedro─ en 1460, a Inés Gómez Falcona, vecina de Villalpando de varias casas, un de las cuales
“Son en la Calle de la Reyna que son linderos de la Una parte el Monasterio de San Ildefonso e de la otra parte Casas de Diego garzª Calero e la dha Calle e otra Calle que sale de esta calle e ba a San Sebastian de la qual dicha Casa sale a cada una de estas dichas Calles su puerta”.
Y otras dos fronteras con puertas a la calle de la Reina y espaldas en la “cerca vieja”.
Por otra parte hay una escritura de censo o foro hecha por el Monasterio de Sancti Spiritus a Nicolás Sanchez, en 1664, de
“Unas Cassas que estan en esta Ciudad, en la Parroquia de San Sebastián fronteras de otras Principales que fueron del mayorazgo que poseyó Dn. franco. dabila y Ulloa y hoy la goza D. Diego de Bustamante y Melgar Cavº del orden de Santiago y V.º y rexor. Perpetuo de esta Ciudad, en la Calle que sale a la Yglesia de San Sebastián Como se entra por la parte de abajo de la de la rreyna”.
Todos estos datos están sacados de documentos del archivo del Monasterio de Sancti Spíritus, conservados la mayor parte en el Archivo Histórico Nacional y otros en poder de las propias religiosas dominicas.
2. Como pasó la casa a los Bustamante.
Porque en la escritura fundacional del mayorazgo se establecía que, caso de extinguirse el linaje del instituido Pedro, o si de él no quedasen mas que religiosos profesos, que se declaraba expresamente excluidos de llamamientos, los bienes del mayorazgo habrían de pasar al Monasterio de Sancti Spiritus, con la condición de que habilitasen ─como se hizo y permanece─ la capilla mayor de su iglesia para panteón de los fundadores y sus padres, abuelo, hermanas e hijos (tres de la hijas eran monjas profesas allí) y con prohibición de enajenar los bienes, salvo las casas principales de Toro y Aldea del Palo.
Poseedora, como sucesora de su padre D. Pedro, Dª Guiomar de Ulloa, lo fue a su muerte su hijo Luis de Avila, casado con Catalina Pimentel. Tuvo este matrimonio tres hijos, de los cuales el mayor, seglar, murió sin sucesión legítima, pasando el mayorazgo a otro, llamado Juan, canónigo de Jaén. Al fallecimiento de éste, se llamaron a la sucesión de una parte, la comunidad de religiosos agustinos de Valladolid, a la que pertenecía como profeso un tercer hermano, Fray García de Avila, de otra, el hijo de una hija natural de Luis de Avila; de otra las dominicas de Sancti Spiritus, que ganaron el pleito, puesto que tanto los religiosos profesos como lo hijos ilegítimos estaban excluidos por establecimiento fundacional.
Este pleito se falló en última instancia por la Sala de Mil y Quinientos del Consejo de Castilla en 10 de marzo de 1648, y las religiosas dominicas citadas conservan la correspondiente ejecutoria, donde constan estos datos. Es interesante el dato que en ellas consta, en la posesión provisional de los bienes radicantes en Toro, dada por el alcalde mayor a la representación de Fray García, de que las “casas principales” tenían una capilla.
Hacia 1654, aproximadamente, el Monasterio de Sancti Spíritus las vendió a D. Jerónimo Portocarrero, Caballero de Santiago, cuya viuda, como tutora y curadora de sus hijos, previa información de utilidad, resolvió la compraventa, alegando que estaban inhabitables, resultando antieconómica su reparación y, además, que las religiosas dominicas habían realizado la la venta sin obtener la previa y preceptiva autorización de su Provincial.
Tras ello, mandaron anunciar por voz de pregonero, durante treinta días, la oferta de venta de la casa, a la que se presentó el conocido caballero toresano D.Félix de Ribera Velazquez ─cuyo retrato puede verse en la antigua Colegiata, hoy Parroquia de Santa María la Mayor─, quien las adquirió por el mismo precio de tres mil quinientos reales de vellón que Sancti Spiritus había recibido de Portocarrero y devuelto a su viuda. Lo hizo con el fin de reconstruir el edificio para dedicarlo a hospital de convalecientes, según el testamento de que ahora se hablará; pero luego se ve que cambió de parecer y el emplazamiento definitivo de dicho centro asistencial fue en Santa Catalina (la “convalecencia”).
Como consecuencia, por escritura otorgada en 27 de agosto de 1690, ante el escribano José Santos revendió Ribera la casa a D. Diego de Bustamante y Vivero, regidor perpetuo de esta ciudad y vecino de Benavente. He aquí la descripción que figura en dicha escritura:
“Unas casas que tengo en el cuerpo de dha. ciud. en la parrochia de San Se Bastián de los Caballeros de ella y calle de la Reyna, que confinan con el Conbento de San Ildefonso el Rl. de dha. ciud. Cuyas casas compré del Conbento Rl. de Santispiritus, rrelijiosas de la Orden de nro. Padre Santo Domingo de ella, Como como consta de la Scriptura de su benta. En primero de febrero del año pasado, de mill ss y sesenta y dos ante Thomas dequiros Scrivº. que fue del nmº de ella que primero fueron del Lizdo Gonzalo Yañez de Valdenebro. que tienen su patio, corrales, pozo y las dhas casas dicho conbento las avia vendido a D. Jerónimo Portocarrero…”.
La prueba documental de todo esto obra en mi poder, y está a disposición de quien desee estudiarla.
Donde, o en qué momento hay que encajar al licenciado Yañes de Valdenebro en todo este juego de peripecias, que hoy llamaríamos hipotecarias, es cosa que, hasta el momento, no he podido aclarar. Pudo ser un comprador retractante anterior a Ribera Velázquez; pudo ser un antiguo propietario del edificio, anterior a los Ulloa, que por su celebridad sirvió como dato de identificación.
No hay que olvidar tampoco que según cierta tradición oral familiar el origen de la casa fue el ser construida para una hija ─naturalmente, ilegítima─ de Pedro el Cruel. Pero todo esto no puede afectar a la identidad de la finca, que según una apreciación conjunta de los documentos mencionados, no puede ser más que la hoy señalada con el nº 1 [2022 nº 2-4] de la Plaza de Bustamante.
El comprador D. Diego de Bustamante y Vivero, y su esposa Dª Antonia de Melgar, mediante escritura otorgada en 31 de julio de 1705, fundaron vínculo y mayorazgo integrados por esta casa y el oficio de regidor perpetuo de la ciudad de Toro, a favor de su hijo D. Diego de Bustamante y Melgar, de donde se fue transmitiendo a sus descendientes directos hasta su extinción por la ley desvinculadora de 1820. Por cierto que la casa debió ser comprada en tan ruin estado que, pagando por ella los tres mil quinientos reales de vellón, el D. Diego de Bustamante y Vivero tuvo que gastarse veinticuatro mil setenta más en repararla, según cuida de hacer constar en su testamento
De ambos documentos se conservan copias simples en mi archivo.
3. Ocasión de la estancia de Teresa de Jesús en la casa.
En todas las biografías de la Santa consta que se dirigió especialmente con varios Padres de la recién fundada Compañía de Jesús, el primero de los cuales parece que fue el Padre Cetina y el segundo el P. Juan de Prádenos, confesor también de Dª Guiomar de Ulloa.
Según afirma el P, Luis de Valdivia en su “Historia de la Provincia (jesuítica) de Castilla”, y recoge el P. Fita en trabajo publicado en el Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo LXVI, correspondiente a 1915,
“cayó enfermo el P. Juan de Prádenos, de un grave mal de corazón, por lo mucho que allí trabajó en aquellos principios. Y en agradecimiento que estas dos señoras tuvieron de lo mucho que por su medio obraba Dios en sus almas y del fruto espiritual que había hecho este Padre en ellas, se movieron a llevarle a curar a un lugar en tierra de Toro, que se llama Aldea del Palo, adonde la dicha señora doña Guiomar tenía muchas haciendas y casa muy buena; y ambas señoras juntas se fueron allá; y allí fue la santa Madre Teresa de Jesús, enfermera del P. Juan de Prádenos; y pasando entonces por allí el Hermano Francisco Domínguez vio a la dicha santa Madre hacer este oficio de enfermera con el P. Juan de Prádenos”.
Dª Guiomar no residía habitualmente en su casa de Toro, sino en Ávila, en casa en la que Sta. Teresa pasó los tres años también mencionados por todos sus biógrafos, de la segunda. Quien parece ser que vivía en Toro era su madre, Dª Aldonza de Guzmán. Con este motivo, tuvo lugar aquel episodio, igualmente mencionado por alguno de aquellos, de que encontrándose en apuros económicos por lo de san José de Ávila, y pedido por ello Dª Guiomar a su madre cierta suma de dinero. La Santa, desde Ávila, aseveró que en un determinado momento estaba Dª Aldonza entregando el donativo al emisario enviado “en la cuadra baja” de su casa de Toro.
Y Aldea del Palo es lo que se llama hoy San Miguel de Ribera, cerca de Venialbo, a unos treinta kilómetros de Toro, no pueblo, entonces, al parecer, sino lugar o dehesa con mayor o menor caserío, también perteneciente al mayorazgo de Ulloa.
¿Hicieron en Toro, durante el transcurso de ese viaje de Ávila a Aldea del Palo, director y dirigidas ─el jesuíta, la monja carmelita (todavía calzada) y la viuda de Francisco Dávila─ una de aquellas largas escalas a que la lentitud e incomodidad de los viajes de entonces obligaban, máxime tratándose de un enfermo, alojándose, como era lógico, en la casa de Dª Guiomar?
Así lo afirma sin vacilación alguna el historiador carmelitano P. Silverio de Santa Teresa, en cuya obra “Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América” ─Burgos, Imprenta Burgalesa (El Monte Carmelo), 1935, tomo I, página 415, nota 2─ dice:
“Aldea del Palo dista de Zamora, hacia el Mediodía, treinta kilómetros,... Pocos más dista Toro, donde los Ulloas tenían su casa solariega, que continúa en pie con una hermosa fachada blasonada y una inscripción que señala la habitación ocupada por la Santa al ir y regresar del Palo”.
(El subrayado es mío; y perdón por la inmodestia que por mi parte puede comportar el describir lo de la “hermosa fachada”; pero de otro modo, quedaría mal mutilado el párrafo del P. Silverio).
Por otra parte, otro historiador, de producciones muy trabajadas, que le acreditan de concienzudo y crítico, el marqués de San Juan de Piedras Albas, D. Bernardino de Melgar y Abreu, en uno de los artículos que sobre el epistolario teresiano publicó en el “Boletín de la Real Academia de la Historia” ─concretamente en el tomo LXVII, correspondiente al año 1915, páginas 321-322─ glosando aquel párrafo de la conocida carta de la Santa a su hermano Lorenzo, fecha 23 de diciembre de 1558, “Pasó harto trabajo… y la mi compañera no estaba aquí (que pareció mejor estar ausente para más disimular)”, dice:
“La su compañera era doña Guiomar de Ulloa, que se marchó al palacio que en Toro había heredado de su padre, el capitán don Pedro de Ulloa, regidor de aquella ciudad, en cuyo palacio alguna vez estuvo también la seráfica reformadora del Carmelo”. Y, en una nota añade:
“En la fachada de este palacio, perteneciente a los Bustamante, de la casa de Quijas (Santander), se conserva una lápida que dice: (aquí el facsímil de la lápida). El sitio donde la lápida está colocada, corresponde a la habitación que ocupó la Santa “.
Es decir, que admite sin reserva alguna tanto la estancia de Teresa de Jesús en el palacio como la autenticidad de la lápida
4. Documentos que hacen referencia al hecho.
En primer lugar, cronológicamente, encontramos el testamento de D. Félix de Ribera Velázquez, otorgado en 28 de julio de 1694, en cuyo fol. 57 se lee:
“por quanto tenemos Vnas Cassas propias en la colazión de San Sebastian en la Calle de la Reyna inmediatamente a el Real Convento a San Ildefonso deesta Ciudad Compramos del Real de Santi Spiritus deella y Por la Circunstancia especial de auer esta a Posentada en ellas el tiempo que estubo enesta Ciud. nuestra Madre y Señora Santa Theresa de Jesús…”
Y en el 58, vto. -59:
“... y asi mismo es nuestra Voluntad se aga Vn oratorio en dhas Casas y hospital y queeste sea enel Cuarto alto ynmediato al corral delos Religiosos de san Ildefonso y linda Conla esquina que ba a San Sebastian y tiene una Ventana altta Con sus Valaustres de Madera…”
(En el codicilo, fecha de septiembre de 1699, hace constar que ha vendido la casa).
Nótese cómo, en este primer documento alusivo a la cuestión que nos ocupa, posterior en poco más de un siglos de un siglo a la muerte de la Santa ─y menos aún a la de Dª Guiomar, que, según los historiadores, la sobrevivió─, no se hace una vaga referencia a una posible estancia de ésta, conjeturada con base en su íntima amistad con Dª Guiomar (deducción, por otra parte, completamente lógica), sino que se señala con toda precisión una habitación determinada, por cierto bastante fácilmente localizable en el día de hoy, a pesar de las repetidas transformaciones posteriores, así como del hundimiento sufrido por la contigua, hacia el Este, a la que ostenta la lápida. Así pues, una de estas dos tuvo que ser. La tradición oral de la familia señalaba esta última, la hundida en el siglo pasado y hace unos pocos años reconstruida por el actual propietario que a vosotros tiene el honor de dirigirse. Según esa tradición, en la correspondiente al balcón bajo el cual se ve la lápida, cuidaba la Madre Teresa “unos enfermos”; que no serían tal, sino, en singular, un enfermo: el Padre Juan de Prádenos…. A favor de la habitación grande, la de la lápida, está el haber sido donde se instaló la capilla. El balcón con balaustres a que alude Ribera, lo mismo pudo estar en la habitación hundida que detrás de la otra, donde ahora es el terrado, puesto que ambos estarían igualmente orientados hacia el huerto de los dominicos de San Ildefonso.
Pocos años después, en la escritura fundacional del Mayorazgo en cabeza de D. Diego de Bustamante y Melgar, otorgado el 31 de julio de 1705 por sus padres D. Diego de Bustamante y Vivero ─el comprador de la casa─ y su esposa Dª Antonia de Melgar, puede verse que dicho mayorazgo ─que lo era por vía de mejora de tercio y quinto─ quedaba integrado por el oficio de Regidor perpetuo de la Ciudad y
“unas cassas en la Colación de Sn. Sebastian de los Caballeros Calle que llaman de la Reyna. Conlo aellas azesorio quarto en que vivió lapreclara rda. Ma. theresa de Jesús que sirve deoratorio. Escudos de Armas y otras Circunstancia que acreditan supropiedad”.
Conservo en mi archivo copia simple de esta escritura, así como una copia autorizada del testamento otorgado en Benavente, a 27 de diciembre de 1713, por el repetido Diego de Bustamante y Vivero, en el que hace alusión a cierta memoria testamentaria ─cuya copia simple aparece unida─ y en la que se establece el orden sucesorio del repetido mayorazgo, previéndose que, caso de extinguirse el linaje legítimo del instituido, habría de pasar
“al conbento de relijios (sic) extra muros de dha. Ziudad detoro, de nra. Señora del Carmen, por la devoción que la tenemos y haver vivido en la casa nra. Madre Sta. Theresa de Jesús, y ser nuestra Voluntad el que no Se Venda ni ena jene dha. Casa...”.
Y, para terminar, considero imprescindible mencionar un documento del que poseo testimonio fehaciente, expedido por la dirección del Archivo Histórico Nacional, en cuya sección de Consejos suprimidos obra. Es un expediente de pruebas para ingreso en la Orden Militar de Santiago. Tramitado, según era usual, en forma sumamente concienzuda, meticulosa hasta el menor detalle, llegando a incurrir en lo reiterativo. Los instructores ─jueces instructores, se diría en terminología de hoy─ eran el Caballero profeso Fray D. Diego de Zupide y el fraile, también profeso, Fray Blas de Llamazares. Estos toman declaración al ya mencionado D. Diego de Bustamante y Melgar, hermano del pretendiente al hábito, motivo del expediente, D. Martín de Bustamante y Melgar, residente en Indias, donde llegó a ostentar el cargo de Alcalde Mayor de Ciudad Real de Chiapa en el reino de Nueva España (posteriormente fue Director General de Aduanas). Y, acto seguido, realizan una diligencia de reconocimiento de la casa, sobre los escudos de armas.
El D. Diego, “puesta la manos derecha sobre la cruz del ávito de Nuestra Orden, que a su pecho trae, jura decir verdad, y declara que los blasones existentes en la fachada de la casa, unos sobre las puertas principales y los demás en tres de las cuatro esquinas, son los correspondientes a los apellidos de Bustamante y Vivero, que por sangre le pertenecen”. A continuación, los referidos instructores ─o “caballeros informantes”, que era el nombre peculiar por que se les designaba─ hacen constar lo siguiente:
Y no abiendo recono zido ni encontrado más escudos de armas azia el oriente y en la esquina, que allí toca, acaso por sobrepujar, como de hecho sobrepuja, a la fachada principal y no hacer juego correspondiente a ella, por ser este quarto que se halla en dicha esquina y en forma de torrecilla, donde según antigua y segura tradición, y según en la veneración en que se halla y las inscripciones que lo acreditan (siendo vna la del Ordinario y Obispo de Zamora) el donde viuio la Santa madre Theresa de Jesús, quando vino a esta dicha Ciudad con el motibo de fundar vn convento, el que de hecho fundó, y se halla dicho quarto hecho oratorio o capilla, adornado ricamente, celebrase misa en él con gran frequenzia y tiene cuarenta días de indulgencia qualquiera que rezase allí un padrenuestro y un Ave María, concedidos por dicho Obispo y Ordinario de Zamora”. Y no teniendo otra cosa que executar sobre este asumpto, requerimos al dicho Don diego y al citado Escribano firmasen esta diligencia con nosotros, jurando estar bien y fielmente ejecutada, lo que de hecho se hizo. Y firmamos y firmaron.= Don Diego de Zupide.= (Rubricado).= Blas de Llamazares y Canseco.= (Rubricado).= Don Diego de Bustamante y Melgar.= (Rubricado). Francisco Maratea.= (Rubricado).
Un examen minucioso de este documento nos ofrece un detalle algo desconcertante: se habla de una fundación de convento, siendo así que la del de carmelitas descalzas de toro ─todavía subsiste─ no fue obra personal de Santa Teresa, sino que, por el contrario, no figura en el libro de las “Fundaciones” y, además, las “cartas de pago”, o recibos, de las obras de su construcción, están fechadas en 1626 en adelante; es decir, con bastante posterioridad a la muerte de la Santa Doctora.
Ahora bien: también, es cierto que, aún en vida de ella, se estableció en Toro un convento del Carmen Descalzo, o reformado. El de la rama masculina, fundación del Cardenal D. Pedro de Deza, originariamente ubicado frente a la iglesia de san Julián y luego trasladado a Malpique, donde aún pueden verse vestigios del edificio.
Sea como fuere, hay que destacar el valor probatorio de este último documento, en el que los “informantes”, o instructores, testimonian, aunque sin transcribirlo ─lástima porque con el tiempo se ha perdido─ la existencia de un documento del Obispo de Zamora referente a la estancia de la Madre Teresa en esta casa y precisamente en aquella habitación que es también una de las que ostentan los blasones de Ulloa.
Comentarios
Publicar un comentario